Literatura, Romántico

La Vieja Casa

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La Vieja Casa:

El agua empapa el tejado, seguramente colándose por algunas pequeñas concavidades que el tiempo, inmisericorde, habrá ido excavando entre las tejas de la vieja casa, centenaria, de ventanas hinchadas, tuberías antiguas y recuerdos acumulados en sus estancias.

Supo dar cobijo a varias generaciones de una misma familia. Niños que ahora son hombres jugaron en su patio, durante veranos eternos, bajo la sombra protectora de la higuera, mientras el abuelo, que ya no está con nosotros, dormitaba bajo el parral, donde las avispas trataban de arrebatarle a la abuela sus tan preciadas uvas.

La cocina, centro de la vida familiar, cuyas viejas hornillas, que ya estarán inutilizadas, sirvieron para la elaboración de sabrosos guisos, cuando la gran familia, hoy dispersada y distanciada un poco más a cada vuelta de calendario, era una.

Los días ociosos el comedor era una fiesta, donde el abuelo se encargaba de que no faltara el vino, que alegraba los corazones, animaba a la conversación y alargaba la tarde y los abrazos.

En sus cuartos, dispuestos en hilera, por cuyas ventanas sólo entraba el campo, el cielo y la calma, fue concebida la vida que dio continuidad a la familia.

Una condena pendía sobre esta casa, a la que la totalidad de mis ahorros han salvado de la especulación urbanística, a la que querían condenarla los mismos que en su infancia se abrigaron bajo su techo, que escucharon las historias del abuelo, tan largas y fascinantes como las noches de estío en que las contaba, con un coro de grillos como fondo y el sonido de una lechuza de cuando en cuando, pidiéndole continuar.

Me enfrento a ella ahora desde una loma, a pocos metros, desde donde puedo verla parcialmente, pues la niebla que ha sucedido a la lluvia parece querer tragársela, lo mismo que a las hileras de olivos y almendros que la rodean, donde los benjamines aprendimos a sudar y a trabajar, donde Juan aprendió a ser poeta y Pedro se convirtió en capataz.

La vida que guarda en su interior es la que la sostiene y la ha salvado de venirse abajo en estos largos años de abandono a los que ha sido sometida.

Hoy empiezo una nueva vida con ella. Llego solo, desahuciado por el amor y sin más fortuna que mis manos y mi capacidad de trabajo. Ambos compartimos un destino parecido, pues antes fuimos alegres y mimados por la vida. Ahora debemos sobreponernos juntos. Yo curaré sus goteras, apuntalaré sus ventanas y devolveré la vida al patio y a los campos. Ella me devolverá las ganas de vivir y la capacidad de amar, impregnándome de la vida que guarda entre sus paredes, de los bríos del abuelo, de la bondad de la abuela, del cariño de los hermanos y de la alegría de aquellos niños que jugaban bajo la higuera y que ya somos hombres.

7 comentarios en “La Vieja Casa”

  1. Muy hermoso el poema de José Hierro, al que no conocía. Gracias por presentármelo de esta manera. Ya quiero leer más de él.
    P.D.: Lo que se ve en la portada de mi página es el pueblo donde vivo. Lo que veo desde la ventana de mi casa es el cortijo que ilustra este post (La Vieja Casa), desde donde está tomada la foto de dicha portada. 😉

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