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Frente a la Casa del Poeta

Esta mañana nubosa de mayo, que nos hace añorar las primaveras soleadas de los años pasados, armado de libreta y boli, he arribado en el Parque García Lorca, tratando de encontrar inspiración en el lugar donde las musas se dejaron cortejar por el poeta en eternos veranos de música y versos.

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Frente a la Casa del Poeta:

Sentado sobre un banco de madera vieja, junto a una hilera de granados en flor, disfruto de una vista privilegiada de la casa del poeta, que se me presenta enmarcada por unos fragantes celindos de perenne aroma.

Desde mi estática posición trato de buscar las palabras con que plasmar en mi emborronada libreta la esencia de esta mañana nubosa de mayo, común, ordinaria, intercambiable, incluso vulgar.

Un grupo de jubilados, ociosos y felices ante la libertad que les supone poder salir de la monotonía del sillón y de los programas matinales televisivos, juegan a regatear la virtud y el precio de la obra del poeta, ofertada en la tienda de recuerdos nacida al amparo de la fama del autor que da nombre al parque donde se erige, regia, la casa que le vio recitar poemas al son de un piano acompasado por unas manos amigas.

Unos colegiales, dejando tras ellos un reguero de risas y énfasis juvenil, pasan junto a mi, causando cierta sorpresa en el rostro de los jubilados que se encuentran frente a ellos al salir de la tienda, a los que miran con envidia y nostalgia de su propia niñez.

El profesor, convertido en guía, obliga a detenerse frente a la casa del poeta a la expedición que comanda, y se esfuerza por transmitir conocimientos a los cerebros infantiles, casi vírgenes, de los escolares, entre los que puede que germine alguna semilla de curiosidad literaria, dando así sentido a la excursión que en pocos minutos se diluirá, incontenible, entre las bromas y juegos propios de la edad.

Cuando los escolares se marchan, con sus carteras colgadas de los hombros, saliendo de mi ángulo de visión, me dejan una sonrisa ensimismada y la certeza encarnada de que cualquier tiempo pasado fue mejor y de que, después de la niñez, que culmina en la juventud, todo es un lento caminar hacia la vejez y hacia lo que le sucede.

Gracias a mi silencio y mi quietud puedo pasar casi desapercibido para los otros pobladores del parque: paseantes con sus mascotas; sillas de ruedas donde se postran la vejez y el abandono, empujadas por cuidadores mercenarios convertidos en familia; jóvenes deportistas a la carrera, embutidos en trajes ceñidísimos que me hacen dudar de su comodidad; caminantes solitarios con periódicos bajo el brazo y la mirada fija en sus teléfonos móviles…

La vida está presente en este parque, donde las jóvenes parejas de enamorados, tendidos en el césped, a la sombra de los magnolios, desayunan besos con sabor a piruleta, dando comienzo a un amor que, en muchos casos, acabará en juzgados y en sentencias de custodia compartida.

Desde mi mutismo puedo percibir con toda claridad la banda sonora del parque, formada por los cantos de pájaros multicolores, multirraciales y políglotas, contentos por tener un oasis natural donde poder deleitarse y descansar de la urbe, tan cercana y ruidosa, pero de la que no pueden desligarse, pues han aprendido a vivir de sus migajas. Sus trinos solo son opacados, a veces, por el sonido enfangado de las hazadas de los jardineros, que se ocupan en mantener la belleza y pulcritud de este reducto natural.

Yo trato de empaparme de todo, esperando encontrar, en la respiración y el latido del parque, la inspiración capaz de hacerme escribir unas líneas con las que dar sentido a esta mañana intercambiable y la motivación para continuar con mis días y mi tiempo, que hace ya mucho que no es el de la niñez despreocupada y jovial ni el de la juventud desocupada y enamoradiza, cuando todo es posible y se regalan lunas y eternidades. Mi tiempo es el de una calmada madurez, a la que trato de dar significado con la búsqueda de las musas que, coquetas, juegan a esconderse en lugares como este, donde se armonizan los sentidos y se puede sentir la vida fluir.

 

9 comentarios en “Frente a la Casa del Poeta”

  1. La vejez, la niñez, el amor, la naturaleza …, y tu alma que capta imágenes y encuentra las palabras que transmiten sensaciones de primavera y otoño a la vez, de movimiento y quietud, de esperanza y resignación. Todo parece una estampa muy bonita y sugestiva.
    Saludos.

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