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Tu Recuerdo

 

Tu Recuerdo

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Otra mañana en el patio, sintiendo el fresco de la madrugada en mi cara, esperando ver nacer el sol tras las montañas, con la única compañía de unos pocos pájaros, que madrugan casi tanto como yo y dan comienzo a su canto de alegría y libertad, agradecidos por un nuevo amanecer de horizontes despejados.

A esta hora todavía estás lejos de mi pensamiento.

Una taza de café humeante en una mano y la manguera del agua en la otra aportan cafeína a mi cuerpo y frescor a las plantas, a esta hora temprana en que la mayoría aún duerme.

El olor a tierra mojada me inunda y te mantiene lejos.

Dentro de un rato, armado de cuaderno y bolígrafo, me atrincheraré en la mesa del patio, tratando de imponer disciplina a mi mente dispersa, para intentar atrapar a una inspiración esquiva para la que no siempre tengo paciencia.

Aunque mi cuaderno hable a veces de ti, te mantengo en un recuerdo distante y difuminado, presente solo en las palabras.

El sol estival irá disipando poco a poco el frescor de la mañana, y para mediodía todo lo que sea dar un paso fuera de la protectora sombra del parral será aventurarse en el tórrido reino de las chicharras, dominado por un calor espeso y un sudor instantáneo.

Para cuando el calor plomizo aplasta la mente y hace imposible la concentración incluso a la sombra, puedo haber escrito unos párrafos, tal vez una plana, los mejores días un par de páginas. Luego, relajado y contento con la productividad de una mañana que podía haberse perdido entre comentarios en redes sociales y programas matinales de televisión, repaso lo escrito con una cerveza en la mano, en ocasiones gratamente sorprendido ante mi propia creatividad.

Después llegan a la mesa el queso, las aceitunas y el vino tinto, es el momento en que me congratulo conmigo mismo y con mi entorno, aunque también es el momento en el que ya, inevitablemente, está presente tu ausencia y comienzo a echarte de menos.

Amo las mañanas en el patio, el aroma de las flores, el canto de los pájaros alborotados por el calor, hasta mi cuaderno y mi bolígrafo y mi lugar bajo el parral, incluso encuentro belleza en el sonido chirriante de las chicharras. Sin embargo, ni la suma de todas estas cosas, templadas con cada sorbo de vino, consiguen evitar que te eche de menos.

Tal vez he puesto tanto amor en las cosas que me rodean que no he dejado nada para el amor corpóreo que representa tu recuerdo y el deseo de ti.

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