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Tic-Tac

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Tic-Tac:

Me mira el reloj desde su pedestal en la pared, marcando un ritmo que, aunque a efectos sonoros parezca el mismo, es más lento, más vacío, más silencioso a cada golpe de calendario.

Antes evitaba mirarlo, porque hacerlo suponía la confirmación de alguna urgencia, la prisa de una cita, la carrera por acortar una tardanza. Ahora, sin embargo, su tic-tac acompasado, envolvente, hipnótico, me invita a cerrar los ojos y dormitar.

Afuera sigue lloviendo. La lluvia repiquetea en los cristales de mi ventana, haciéndole el coro al reloj y obligándome a perderme en su arrítmico golpeteo.

Este invierno solitario está siendo el más duro y el más amargo. El frío parece haber congelado las líneas telefónicas. No hay llamadas, ni mensajes. No hay adonde ir ni a quien recibir.

Las musas, aburridas de mi inactividad crónica, han debido volar lejos, en busca de otros hombros en los que posarse y susurrar sus historias. Los bolígrafos, mordisqueados y esparcidos por mi mesa de trabajo, se niegan a escribir sin inspiración.

Pero lo peor de todo eres tú, que con tu ausencia socavas mi ánimo y ocupas por entero mi pensamiento. Tú, que no vienes, que no me buscas… ¿Dónde estarás? ¿Dónde se posarán tus ojos almendrados? ¿Qué sonrisa será la que ría contigo? ¿Qué manos serán las que sostengan las tuyas? Si no soy yo… ¿Quién aguantará tu mirada?

Anhelo el arco iris de tus pinturas, tus pinceles compartiendo desorden y anarquía con mis bolígrafos sobre la mesa, tus láminas de dibujo combatiendo por un espacio en esta mesa.

No me di cuenta de que te ibas hasta que ya no estabas. Te fuiste sin decir adónde, desapareciste con tu arco iris de pinturas, tus ojos almendrados y tus sonrisas sin motivo, sin pudor, sin vergüenza.

Contigo se fueron el sol y las musas, los por qués y las razones, el alma y el corazón. Conmigo se quedó la lluvia en los cristales, la melancolía, el paso lento del tiempo de quien espera, reflejado en este reloj, estático, sedante, eternizador.

Cierro los ojos un momento y una sonrisa se dibuja en mi rostro al imaginaros aquí, junto a mi, a la primavera, a las musas, a las flores de abril, al arco iris de pinturas que viaja contigo, llenando los espacios de luz y color. Te imagino aquí, mirándome a los ojos, amortiguando el tic-tac del reloj con tus sonrisas.

Te imagino y sueño que me llamas, que me buscas, que me anhelas… Sueño… Sueño y despierto con el teléfono abandonando su mutismo, trayéndome tu voz y tus ganas.

Abro la ventana. Sigue lloviendo, pero ha salido el sol, dando vida a un arco iris caprichoso que forma un arco en el camino, esperando una llegada, a modo de bienvenida.

El reloj, tras de mi, vuelve a caminar más rápido, recuperando la prisa y la urgencia, mientras mi soledad empieza a abandonarme.

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